Sigamos profundizando en la sima de la memoria salesiana. Es el caso que nos ocupa hoy uno de los que han dejado una huella más intensa en los recuerdos que tengo de esa época, más que nada porque siempre sale a relucir en las conversaciones que mantenemos los que pasamos por ese centro. Don Constantino. Constantino. El Consti. El Cons, acabamos llamándolo -de aquellas estaban de moda las Converse, y en un centro de élite como era aquel, no podíamos tener referencias más adecuadas para referirnos a él-. Pues bien, al turrón. El Cons era un prototipo cuasi ideal de hombre para todo, de archivador de un conocimiento diverso y multivariado, de hombre renacentista, versado en ciencias, letras y asuntos ultraterrenos, por lo que daba clases de Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Religión. Un prodigio, oigan. Su rostro era anodino, pero mucho, tanto, que no podría sacarle ningún parecido...en cambio recuerdo su jersey, porque era siempre el mismo, de cuello de pico, gris salesiano, en ocasiones con medallita de grasa incluída.
Pero no es su rostro lo que le hace merecedor de estar en un podio como éste. Ni es su variada formación multidisciplinar. No. Eran sus declaraciones, las historias que nos contaba, el modo en el que nos instruía en el nacionalsalesianismo, lo que le ha permitido salir del abismo del olvido y encumbrarse en los montes de la Historia. Nos contó durante los años que pasamos con él varios episodios de su feliz existencia, entre ellos el momento en el que había estado al lado del caudillo en Hendaya cuando se entrevistó con Hitler, en el que le aconsejó al Líder Nacional que no metiera al país en la Segunda Guerra Mundial. Juro que es verídico. Otro momento importante del que quiso hacernos partícipes fue el dia aquel en el que, estando de paseo por un puerto de ahora no recuerdo qué ciudad costera, se introdujo -no entenderé nunca el porqué de esta acción- en un barco merlucero ruso, y allí descubrió una gran variedad de aparatos espía, por lo que nos aseguró que la URSS -de aquellas, los 80 de Reagan y Juegos de Guerra-, pretendía hacerse con España, por lo que teníamos que andarnos con mucho ojo....
Este era Constantino, un hombre pacífico para ser salesiano -solo recuerdo una paliza a un chaval, eso si, digna de grabar con el movil-, que años después me reencontré en la secretaría del centro, retirado ya, poseedor de un brillo en la mirada extraño, muy extraño, casi paranoide...pero ya saben, un paranoico es sólo una persona que está demasiado bien informada. Cuidense de los barcos merluceros rusos....