Señoras y señoras, niños y niñas, abueletes y abueletas, continúa la Parada de los Monstruos!!!!!!
Como todos los hilos de la vida se acaban juntando, desde Alemania, tierra de Goethe, me ha llegado un mensaje que me ha hecho recordar a otro elemento digno de aparecer en las más oscuras páginas del libro negro de la enseñanza. Me refiero a Don Joaquín, sabiamente apodado La Urraca. Un ser enjuto, de mediana estatura, tez arrugada como el escroto de Clint Eastwood y una mala sangre que hizo que su muerte fuese celebrada por todos nosotros, inocentes seres que todavía no habíamos descubierto las bondades del sexo pero sí el deseo de que uno de nuestros semejantes (bueno, no me considero muy semejante a esa momia) se largara de esta vida terrenal para ofrecer sus lecciones a un coro de demonios ávidos de chupar el azufre que corría por sus venas. Una paradoja típica de la educación salesiana.
La práctica de tortura utilizada por este infraser se basaba en el agarre de la nuez del crío a represaliar, al grito de "que che arranco a faaaaaaaaaaaaba!" (es decir, que nos iba a arrancar la nuez con sus nosferáticos dedos, imagen que aún ahora me produce una grima culera que te cagas).
Uno de los sucesos que más huella han dejado en mí de este elemento, y que han marcado, creo yo que al menos inconscientemente, mi renuncia a Dios y a sus Pompas, vino dado uno de esos días 24 del mes en los que íbamos a misa, y le tocaba a él oficiarla. Yo, como de aquellas ya había probado el cuerpo de Cristo (y con ello podía jugar con mi Spectrum regalado), tomé la ostia que me ofrecía el pajarraco, me sentí pleno, lleno todo mi ser de Dios, de María Auxiliadora, de don Bosco, y hasta de Santo Domingo Sabio, y así me preparé para asistir a la siguiente clase, que precisamente era de Literatura, especialidad de Don Joaquín. Y allí, otra hostia, pero de las de con hache, hostión que te crió. No tengo ni idea de por qué, pero allí mismo ya me empezaron las duditas sobre todo esos espiches que nos introducían las cucas por las orejas.
Don Joaquín, La Urraca, era todo un avanzado, un especialista en las nuevas tecnologías, pues recuerdo con estupor cómo nos decía:
"Tenéis que guardar todos estos conocimientos en vuestra memoria, en vuestra RAN"
Si, amigos,ahí, en nuestra RAN es en donde teníamos que guardar todo lo que él nos enseñaba...un prodigio de la nueva pedagogía, el intento de acercar a los jovenzuelos a la literatura clásica a través de un lenguaje próximo a ellos. La Ran. Ya sabéis.
El caso es que de la noche a la mañana La Urraca, ser oscuro, comenzó a ponerse amarillo. A todos nosotros nos hacía mucha gracia, y convenimos cambiarle el mote, eso si, continuando con nuestro afán ornitológico, eligiendo para ello "El canario". Humor infantil, ya se sabe, sin más maldad que la que ellos mismos nos inculcaban. A los dos o tres días la palmó. Poco duró el pajarillo. Y me alegré, no puedo decir que no. Era un niño.