Escribo estas líneas temblorosas con el sudor frío todavía encharcándome las sienes y el corazón acelerado....ha sido duro, pero puedo contarlo, que ya es más de lo que han hecho otros. Puedo decir que he sobrevivido, pero las secuelas que quedarán en mi mente y en mi cuerpo quizá sean permanentes. Si, querido lector, acaba de tener lugar la reunión de vecinos. El tema a debatir era de vital importancia, ya que nuestros dos acompañantes de piso se jugaban sus papeles de ciudadanos legales, por lo que no me quedó más remedio que descender a los infiernos (y al portal) y someterme a una hora larga de contacto con el hacendoso presidente y el diabólico secreter.
Lo primero que me llamó la atención era que se había producido una mutación física completa del segundo, que había pasado de vejete simpático (sólo en apariencia) a hombretón cabezudo, lo que me llevó a plantear dos posibilidades: primera, la capacidad de asimilación de identidad del secreter se había hecho un lío, y se había equivocado de avatar para aparecer ante nosotros, o segunda, había perdido su cargo, en una maniobra política que escapa a mis entendederas, a favor del anteriormente citado macrocéfalo humanoide. Sea como sea, se acabó el secreter....¡Larga vida al secretario! (El glamour que se ha perdido con el cambio es difícil de contabilizar).
Con una presencia de más o menos un 60 por ciento del total vecinal, dió comienzo la reunión al gutural grito de Papá Monster ¡Boar Noites! (el rotacismo es así). Y entonces empezó la verbena, la jarana, el griterío, la caída de máscaras de todos estos seres lovecraftianos con los que tenemos que convivir día a día dios mío día a día. Comenzaron hablando la pareja de peruanos embarazados, dueños del famoso perro del 8º, que aunque nadie lo haya visto, es ya causante de todas las desgracias habidas y por haber -cambio climático incluído-, diciendo que le dieran la oportunidad de tener el animal y de demostrar con hechos que no iba a causar ningún tipo de problema ni estropicio. Hasta nos dieron un pepelito en el que explicaban sus bondadosas intenciones. Benditos ellos. El chaparrón bronqueador subsiguiente fue de espanto, y allí pude comprobar cómo van las cosas en este edificio de los Blockdogs. Quién corta realmente el bacalao en el vecindario. SFM y yo estábamos equivocados al lanzar nuestras acusaciones sobre el pobre presidente...desde la posición de observador que mantuve al principio me di perfecta cuenta de que había dos ululantes seres que bramaban como demonios, como banshees, como mónicas naranjos: Lammari y Larrosa. Estas dos ¿mujeres? que fácilmente pueden imaginarse habitando el endogámico pueblecillo de Dunwich, dada su condición contrahecha, malformada y cuasicalvas (una de ellas, Lammari, con coronilla como un señorón), impiden cualquier tipo de argumento discrepante, al berrido de:
"¡Que no queremos perro!"
"¡No podeis contradecir las normas!"
"¡Iros a un chalet, si quereis convivir con animales!"
Y demás lindezas. Increíble. Impresionante. Digno de ser grabado. Entonces empecé a echarles un capote a los dos -pobres- nuevos vecinos, y se armó otra bronca. Aseguré que yo tenía dos gatos en casa, y que si no dejaban tener al perro, ya podían venir a mi casa a llevarse a los animalicos. Jo, jo, jo. Entonces empezaron Lammari y Larrosa, en stereo, una por cada lado, a llenarme de improperios, que paso a relatar:
"No pareces hijo de tus padres" (Larosa)
"Claro, las parejas ahora, en vez de tener hijos, teneis perros" (Lammari, chillando como una posesa)
"Es que los niños pisan las cacas de los perros" (En ese momento volví a intervenir, asegurando que la avanzada edad de las susodichas les impedía la maternidad, para jolgorio de mis -pocos- partidarios y estupor de los demás).
Y la mejor, la dejo para el final, no tiene desperdicios:
"Tu eres muy bueno, claro, los actores, ya se sabe, sois todos muy solidarios ¿por qué no te traes una patera entera y la metes en tu casa?. !Titiritero!. !Saltimbanqui!"
Juro que fue así, no hay nada ficticio en esta última frase otorgada por Lammari a la posteridad. En ese momento yo estaba que me partía el ojete, tachándolas a las dos de sinvergüenzas y de oyentes de la COPE, no podía más, era todo como una nebulosa surrealista, pero de un surrealismo chungo y pesadillesco.
Todo acabó con la votación, 16 votos en contra del chucho y cuatro a favor, y la necesidad de arreglar el asunto en el juzgado. !Una feria, oigan!