
....pero nadie quiere marcharse...sí, amigos, las Navidades se terminan, las paparotas cesan, las luces se apagan y el simulacro de paz y felicidad se suspende hasta el año próximo. Me supieron a muuuy poco este año, quizá debido a que hasta el día 31 de Diciembre no tuve vacaciones, pero bueno, ya están ahí en el horizonte los Carnavales (que llegan muy pronto), y la Semana Santa (la más temprana de cuantas he vivido hasta ahora dato proporcionado por Petrosky ayer en el Chorizonte). Por lo demás, día familiar donde los haya, ayer me levanté de mi solitario lecho a eso de la una y media, y me fuí raudo y veloz a casa de mis progenitores, en donde empezó la orgía de papelotes de regalo...este año me ha caído el último de Umberto Eco, una maleta de cuero de adorno (para meter cosillas), una sudadera de rayas (muy parecida a una que me trajo Chiyo-Chan de tierras irlandesas) y , tachán, tachán...lo que a todos y todas: calcetines a mogollón, un pijama nuevo (la parte de abajo, porque la de arriba ya se la quedó allí mi madre), y unos gayumbos. ¿¿Qué serían los Reyes sin esta recarga de material para el último cajón del armario??.
De pequeño lo odiaba, cuando veía que un regalo era blandito, mal rollo, allí estaba, la camisa, la bata, el
guerséi, o el pijama...nada blando podía optar a hacer la más mínima ilusión. Nada blando podía ser bueno. Pero ahora, bueno...hasta van haciendo gracia estas cosas...sobre todo cuando ves que día tras día los calcetines que logran sobrevivir emparejados se van reduciendo con el paso de los lavados...Feliz vuelta a la realidad, amiguetes.