
Primer libro del año, leído casi todo él al calor de las sábanas y mantas el primero de Enero, mientras se me iba bajando el cebollón de la noche anterior y me convertía así en una persona válida para la vida real.
El libro en cuestión (librillo, no llega a las 250 páginas), se inscribe dentro de lo que el propio autor denominó "Mitos de Cthulhu", termino no inventado por Lovecraft, como yo creía hasta ahora, sino por este escritor, August Derleth, enamorado de la obra del NIÑO DE LAS ESTRELLAS, que se convirtió en el principal valedor de su legado una vez muerto éste, llegando a crear la editorial Arkham House, en la que se publicaría la magna obra del MARISCÓFOBO, e incluso acabando relatos iniciados por el MAESTRO DE LA DEVASTACIÓN, convirtiendo en historias completas lo que eran simples trazos argumentales.
Lo primero que llama la atención cuando empezamos a leer este libro, es que sí, es evidente, su forma de escribir es similar a la del CREADOR DE NYARLATHOTEP, es decir, se cuenta la historia de un humano corriente y moliente que comienza a descubrir la verdad oculta: unos seres extraterrestres, más antiguos que la propia Tierra, aguardan pacientemente su despertar, son adorados por sectarios y sus orígenes se cuentan en el libro escrito por Abdul Al-Ahred, el muy conocido Necronomicon (Al-Azif).
Pues bien. Hasta aquí todo va bien. Peeeeero hay una cosa fundamental que no me ha gustado demasiado de este August, y es que lo que en Lovecraft es un caos total de dioses menores y mayores, sectas varias, y libros antiquísimos, un amalgama de cosas en las que parece no haber demasiada coexión interna, pero que nos mantienen en un universo bigger than life que nos da la sensación que no podemos llegar a comprender del todo (de ahí el término Horror Cósmico), se convierte en August Derleth en un mundo completamente diseñado, en el cual los Dioses se dividen en dos grupos: por un lado, los Dioses Arquetípicos (como Nodens), que son Bueeeenos. Y por otro lado, los Primordiales, o Primigenios, que son maaaaalos (Como Cthulhu). ¿Qué ocurre? Pues que toda esa sensación que Lovecraft había creado de que los humanos no éramos más que hormigas, pequeños insectos que no importábamos nada a las razas superiores, que daba muestra de su concepción atea y pesimista, desaparece aquí para dejar paso a una maniquea lucha entre el bien y el mal, en la cual los humanos son apoyados por los dioses bueeeenos, para acabar con los maaaalos. Una pena. Es lo que pasa cuando un católico como Derleth se enfrenta al caos. Que lo tiene que domar, aunque sea a cojones. Pero es que el terror no funciona así, no da miedo pensar que hay unos tipos muy majetes velando por nosotros allí arriba. Por éso el libro fracasa en ese sentido. Y es que no se puede pretender que Lovecraft sea un creador de Universos paralelos cuidadosamente estructurados como lo fue Tolkien, por ejemplo.

Está estructurado en cinco relatos, interconectados entre sí, en los que se cuenta la búsqueda del refugio en el que se encuentra, muerto y dormido, Cthulhu. Lo malo es que en cada uno, el protagonista es distinto, pero la historia que se cuenta es siempre la misma (se le aparece un hombre muy sabio, le cuenta la historia de Cthulhu, y comienzan a buscar), por lo que las dos primeras aún tienen un pase, enganchan y tal, pero es que las tres últimas ya está uno hasta el culo de escuchar siempre la misma cantinela: que si los Profundos acechan, que si Hastur les ayuda, que si los Byankees vienen y se los llevan a Celeano, etc, etc..
En fin, un libro que sólo recomiendo a los incondicionales de Lovecraft, y a los que les gusten las partidas de rol narradas (porque es tal cual).