
La semana pasada, al ver lo caras que me salían unas gafas de sol graduadas, tomé la decisión de la semana: me pondría lentillas, y así, podría lucir las gafas de sol que me diese la real gana, incluidas las de Zara y las de los negros de las verbenas (esas con granitos de arroz plateados en la montura, extreme bizarre). Pues bien, el lunes fuí, una chica muy agradable me las puso, y acto seguido los ojos se me pusieron como tomates cherry, rojos, parecían banderas portuguesas. El caso es que se me fué pasando la molestia, estuve una hora dando vueltas por la ciudad como un pasmarote, volví, y un muchachote me las arrancó de un certero pellizco digno del maestro Miyagui. Todo perfecto.
Pero no. Nada más lejos de la perfección. Hoy me pasé por allí para aprender a ponérmelas....desastre total. Mientras estuvo a mi lado la chica, logré ponerme la derecha, pero no me la dí sacado, y lo peor es que ella me dejó en la habitación (con cientos de espejos), sólo, con un cacho de plástico pegado al ojo, diciéndome: "tú pellizca, ya verás cómo sale". Pellizcarme el ojo. Junto con la idea de meterme una aguja de ganchillo por cierta parte, creo que pocas cosas me dan tanta grima...pero allí estaba yo, todo afanado en intentar sacarme aquel cuerpo extraño. Lo conseguí, pero me quedó el ojo lloroso, tenblequeando y con ganas de venganza. Me puse a darle caña al otro, y no logré ni ponérmela, media hora, y allí no aparecía nadie. Probé otra vez con el derecho, imposible, el ojo seguía enfurecido conmigo y no se dejaba doblegar....desesperado por mi inpericia, decidí salir de allí como pude, intentando ver algo a través de las dos canicas sanguinolentas en las que se habían convertido mis ojos...volveré a la tarde, a ver si con suerte...