
Hoy a la hora de la siesta, en vez de tirarme en el sofá a ver concursos culturales de ésos sin público o documentales sobre ñúes, cebras y los leones que se las zampan, decidí continuar con el ciclo del por mí denostado hasta el otro día "cine de vaqueros", como decíamos de pequeños, antes de que se nos introdujera en las mentes el término "western". Estaba entre dos de Peckinpah ("Pat Garret y Billy the Kid" y "Grupo Salvaje"), y otra de John Ford, ("Centauros del desierto"). La duración excesiva de todas ellas me hizo inclinarme por "La diligencia", título seminal que supuso la renovación del cine del oeste, en plena decadencia y tenido por algo caduco y antiguo ya en el 1939, año en el que se produjo esta película.
El argumento es digno de la primera partida de rol que te echas con los amiguetes cuando te compras con catorce años el Ad&d. Un grupo de personajes metidos en una diligencia tienen que llegar un pueblo. Por el camino los atacan los indios. En el momento en el que están a punto de caer en manos de esos malvadísimos rebeldes terroristas que odian la democracia, aparece el séptimo de caballería y los salva. Los dos personajes más majetes resuelven sus conflictos respectivos que les impedían tener una vida normal, y se van a vivir a un rancho. Fin de la historia. Ahora me pregunto...¿cómo con un argumento así se puede hacer una película asá?
Yo creo que el secreto está en los personajes que habitan el reducido espacio de la diligencia, un muestrario de arquetipos del oeste en el que no faltan los siguientes:

El médico borracho, un outsider bohemio que tan bien recita a Homero como ayuda a la mujer decente a parir su bebecillo en plena posada mexicana. Interpretado por un Thomas Mitchell que ganó el Oscar al mejor actor de reparto por este papelón.





Lo que me llamó poderosamente la atención fué que la persecución india está perfectamente rodada, pero pasados los dos primeros minutos los indios ya se ve que son malísimos tirando, y que están allí puestos como una manada de búfalos, siendo simples bultos móviles para el gran tirador blanco. Éso la verdad es que me sorprendió bastante, haciéndome por un momento recordar a los peores momentos del guerrero americano I, II y III,en los que mucho ninja,jijijajá, pero al final unos mierdas que no tenían media hostia. Ahí queda éso como reflexión final. Pero que conste que me ha gustado mucho. Seguiré con el ciclo.